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Escudo de Emelec
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LA HISTORIA DE LOS TRES REYES MAGOS

José Vicente Balseca, Jorge Bolaños, Carlos Raffo, Enrique Raymondi y Roberto Ortega formaron una ofensiva temible en la década del 60’. Hasta hoy, la gente no los olvida.

En aquellos dorados años 60’, no se hablaba de “Extraterrestres”, ni de “Galácticos”. Los genios del fútbol tenían apodos más terrenales, aunque el talento de ellos sobrepasara los límites de lo imaginable.

Algo de eso sucedía con los atacantes del equipo de don Fernando Paternoster, allá por 1962 y en los años posteriores. Los equipos atacaban entonces con 5 ó 6 delanteros. Y Emelec tenía un quinteto tan talentoso como contundente, formado por tres zurdos, Roberto Ortega, Enrique Raymondi y Carlos Raffo; y dos diestros, Jorge “El Pibe de Oro” Bolaños y José Vicente Balseca.

Juntos, eran dinamita pura: explosivos y destructores de cuanto esquema defensivo les pusieran en frente. Alguien se animó a nombrarlos “Los Cinco Reyes Magos”. Y desde entonces se convirtieron en leyenda vida…

Bolaños, un genio irrepetible

Jorge Bolaños Carrasco fue, simplemente, un fenómeno del fútbol. Lejos, el mejor futbolista ecuatoriano de todos los tiempos, junto a Alberto Spencer.

“El Pibe de Oro”, como le decían desde chico, llegó a los 13 años a Emelec; a los 14, debido a su talento y pundonor, ya estaba en reserva, y en 1959 a los 15 años –rarísimo en el fútbol ecuatoriano, habitual en los elegidos como él- debutó en Primera.

Su habilidad para gambetear y llevar atada la pelota a sus pies, pronto lo hicieron famoso en Ecuador y América. Tanto, que para 1961 Emelec lo cedió a préstamo al River Plate de Argentina. Allá llegó por pedido de don Renato Cesarini, que lo había visto en los partidos por las eliminatorias al Mundial Chile 62.
Precisamente en 1962, tras jugar por un año y unos meses en las divisiones menores de River, volvió a Emelec para jugar la Copa Libertadores.

Allí se encontró con otros cuatro genios, a los que recordó para la revista El Gráfico en 1991, cuando tenía 47 años y era el propietario de un taller de cerrajería: “Balseca, Raffo, Raymondi, Ortega y yo éramos imparables. Un periodista, no me acuerdo quien, nos bautizó como “Los Cinco Reyes Magos”. Ese fue el mejor equipo que tuvo Emelec, y el creador fue don Fernando Paternoster. Además de ganar, jugábamos lindo. Pá, pá, pá, tocábamos y nos metíamos con pelota y todo dentro del arco… Don Fernando no era un estratega, era un motivador. Yo hablaba mucho con él porque vivimos unos tres años en el estadio. Compartíamos unos cuartos debajo de la tribuna del Capwell y él por las noches me decía: Pibe, adentro de la cancha vos hacé lo que sientas. A mí no me interesa el número, lo único que me interesa es la habilidad”.

Habilidad que le sobraba y que ya había llegado a oídos de los grandes clubes del viejo continente. En 1963, Bolaños estuvo a punto de fichar por el Milan de Italia, pero lo pedían a prueba, y un talentoso de su clase no estaba para eso.

En 1969 le dijo adiós al Emelec. Y con su partida (se fue para Barcelona) terminó la época del mítico Ballet Azul.
Bolaños defendió también a la selección ecuatoriana y estuvo a punto de clasificar al Mundial Inglaterra 66’.
Cuentan que un día, un directivo del club le preguntó a Fernando Paternoster qué jugadores le hacían falta para elevar aún más el nivel de juego del equipo, y el técnico le contestó: “Deme 11 Bolaños y destrozo al Inter de Helenio Herrera”.

Así de grande era Bolaños. En 1996, Dios lo quiso en la selección del cielo. Falleció cuando tenía 52 años, a causa de una colitis amebiana. Seguramente, desde arriba, sigue alentando a su Emelec del alma.

Balseca, “El Loco” de la pelota

Un prodigioso del balompié. Lo apodaban “El Loco”, por las locuras que hacía con el balón. Llegó al mundo un 18 de julio de 1933, en Guayaquil.

Huérfano de madre desde los 9 años, su padre tuvo que guiarlo solo por los caminos de la vida. Creció en el popular barrio de las Cinco Esquinas, en Noguchi y Ayacucho.

Desde chico fue admirador de Mané Garrincha. Y en sus años de adolescente ya despuntaba en los torneos interligas que se jugaban en el Reed Park (lugar donde actualmente está el hospital de niños Alejandro Mann). Cuando tenía 18 años, el entrenador Gregorio Esperón lo descubrió e hizo las gestiones para que el dirigente azul Emilio Baquerizo lo incorpore a Emelec. Su pase costó 1.000 sucres. Y debutó en 1951 ante Aucas. Desde entonces fue titular inamovible como puntero derecho. Hábil, veloz, encarador y bravo, Balseca se fue ganando la admiración de propios y rivales.

El “Flaco Raffo, su amigo y compañero de aventuras en el “Ballet Azul”, lo definió así: “Cuando a mí me preguntan por el jugador más grande que vi, no digo ni Pelé, ni Maradona, ni ningún otro, digo Balseca. El me ponía la pelota servida para el gol”.

Balseca fue también seleccionado de Ecuador en los Sudamericanos Chile 1953, Lima 1955 y 1957, Ecuador 1959, y en las eliminatorias para Chile 62.

En 1964 se retira de Emelec y recala en Los Toros de Miami, luego pasó al Ledys de New York. Y se embelesó con “La Gran Manzana”, donde se radicó desde aquella época. Ya son 37 años los que lleva en la ciudad de los rascacielos; aunque de vez en cuando lo invade la nostalgia y regresa de vacaciones a sus casas de Guayaquil y General Villamil, Playas.

Eso sí, no olvida a la que fue su casa durante 14 años, el Emelec: “Yo nací y moriré emelecista”.

Raffo, el hombre gol

Nació en Buenos Aires, Argentina, el 10 de abril de 1926. Fue creciendo por la vida a punta de patadas. Pero de patadas a un balón, pues el fútbol fue su pasión desde que lo practicaba en los potreros de Villa Urquiza, su barrio de la infancia.

Empezó su carrera a los 14 años de edad, en Platense. Llegó a Ecuador en 1952 para jugar en el Argentino de Quito (actualmente Deportivo Quito), donde militó dos años y acrecentó su fama de goleador.
En 1954, don Enrique Ponce Luque fue a verlo a la capital y se lo trajo a Guayaquil metido en el baúl de un auto, “por orden del Ministro”.

Admirador de aquel eximio artillero argentino llamado Arsenio Erico, copió su clase. Raffo fue goleador de Emelec en los años 56, 57, 59, 60 y 61; y goleador del campeonato nacional en 1963.

Por su gran calidad de futbolista y ser humano se robó el cariño de toda una nación. Incluso del presidente Velazco Ibarra, que realizó los trámites para que pudiera jugar por la selección las eliminatorias al Mundial de Chile 62.
Su amor por Ecuador traspasaba los límites de la cancha. Se casó con una ciudadana ecuatoriana y tuvo hijos en estas tierras.

Algunos clubes de Europa andaban tras sus pasos, pero Emelec nunca lo quiso vender, pues lo sentía suyo, como hasta ahora, que tiene 78 años, sigue viviendo en Guayaquil y siendo “eléctrico” hasta la médula.

Raymondi, “El Maestro”

Enirque Arturo Raymondi, “El Maestrito”, llegó a Emelec en 1958, proveniente del Patria. Y se quedó hasta hoy, pues aún trabaja en las divisiones menores del club.

Su padre, don Enrique Raymondi Chávez, fue un excelente jugador, conocido como “El Maestro”, que en la década del 30’ deslumbró en Norteamérica, Unión Deportiva Valdez, Panamá y Nueve de Octubre. De ahí que el “Maestrito” heredó los genes de goleador.

El “Maestrito” era un zurdo habilidoso, con una técnica envidiable. Ya despuntaba en Patria cuando llegó a Emelec por pedido de un referente de la época, Carlos Alberto “El Flaco” Raffo.

Resulta que en 1958, Raffo fue contratado por Patria para jugar en el aniversario de club patriota contra el Deportivo Municipal de Perú. Raffo se entendió tan bien con Raymondi que marcaron cuatro goles, dos cada uno. Al día siguiente habló con don Antonio Briz y le dijo que en Patria había un chico “fenomenal para jugar al fútbol”.

El Patria lo vendió en 1.000 sucres, pues su presidente, Carlos Eiser, era socio de Emelec.

Raymondi quedó en la historia grande de Emelec, no sólo por los títulos que ganó a nivel local (62, 62 y 66), y nacional (61 y 65), sino que además fue el goleador de la Copa Libertadores de 1962, con 6 goles, junto a Coutinho.

Ortega, talento puro

Nació en Avellaneda, provincia de Buenos Aires, en Argentina. Llegó a Emelec en 1962, con 30 años de edad, por una sugerencia del atacante José Vicente Balseca al técnico Fernando Paternoster, quien a su vez le pidió al presidente Antonio Briz que lo contrate para llenar la plaza de puntero izquierdo que estaba vacante en el club azul y plomo.

Pese a jugar apenas un año y medio en Emelec, Roberto Ortega, más conocido como “El pibe argentino” –en esa época había también un “Pibe” ecuatoriano, Jorge Bolaños- se metió en la historia azul por ser un jugador aguerrido, que defendió la divisa eléctrica con amor, y deleitó a la hinchada con su zurda mágica y goleadora en tiempos de “Los Cinco Reyes Magos”.

Sus primeros pasos en el fútbol los dio en Independiente de Avellaneda. A los 17 años ya jugaba en Primera en el club rojo de su ciudad natal. Después, en la época de El Dorado colombiano, jugó en el Sporting, donde fue compañero de otro gigante de Emelec y Ecuador, Jorge “El Chompi” Henríquez. Luego, junto a Henríquez, pasó al Independiente de Santa Fé, y allí conformaron un gran equipo que además lo integraba otro ilustre futbolista nacional, Enrique “Moscovita” Alvarez. Recaló posteriormente en el Portuguesa de Sao Paulo, en la Fiorentina de Italia y en el Deportivo Independiente de Medellín. En 1958 llegó a Ecuador para jugar en Liga de Quito, donde actuó 5 años, y además reforzó en partidos internacionales a equipos como Argentina, España, Aucas y Barcelona.

Hasta que en 1962 llegó a Emelec. Y aunque nunca fue campeón con el club (“cuando llegué el equipo era campeón, pero no pudimos revalidar el título y para la siguiente temporada ya me retiré), la azul y plomo se le pegó en la piel. Tanto, que no quiere irse jamás del Capwell.

De hecho, en la actualidad sigue brindando su contingente al Emelec, ya no en la cancha, sino como administrador del bar en el edificio de suites del estadio Capwell.

“En Emelec viví grandes momentos y me encariñé tanto con el equipo que literalmente quiero quedarme por siempre, aun después de muerto. He notarizado que si el club lo permite, el día que muera, mi cuerpo sea cremado y mis cenizas sean esparcidas sobre el césped del estadio Capwell, donde viví tantas tardes de gloria y en donde jugué mi mejor fútbol”, dice el “Pibe argentino”, hoy que ya pinta canas y lleva a cuestas poco más de siete décadas. Aunque su amor por Emelec sigue intacto, como desde la primera vez.

Hace poco en un reencuentro en 1999 en La caldera del Capwell, en el que sólo faltó el fallecido Bolaños, “El Loco” Balseca definió al grupo: “Raffo era el gol, un fenómeno en el área, la metía siempre de cabeza, de derecha, de zurda. Bolaños era la habilidad, el talento, la gambeta, dominaba la pelota de manera increíble, armaba a nuestro equipo y desarmaba al contrario. Raymondi tenía la velocidad de un rayo. Y hacía muchos goles, como Raffo. Y Ortega era calidad pura. También tenía un gran dominio de pelota y un cañón en el pie. Tiro libre de él era gol o pegaba en el palo”.

¿Hacen falta más definiciones?. Claro que no. “Los Cinco Reyes Magos” fueron y serán un quinteto irrepetible.

César Torres
emelec.com.ec

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